Escrito por: Santiago Caballero
El pasado martes, falleció Miguelina Cadogan, una de las máximas exponentes de las ciencias de la educación en nuestro país. Copio, sin rubor, el título creado por Lourdes Peralta para la entrevista realizada con Miguelina en ABC color en el año 2010: “Máximo puntaje, en vida”. Creo que es un resumen elocuente de su vida dedicada enteramente a la docencia y en la que el puntaje de honor no se consigna en números sino en testimonios, en ejemplos, dentro y fuera de las aulas.
¿Cómo no recordarla con su eterna sonrisa, puerta de entrada
de su cordial trato, de su fina atención, de su permanente interés en el otro?
Además, con el aura de la humildad, de quien no pretende un espacio, de quien
no aspira ni loas ni premios, de quien pasa desapercibida aun cuando sus aportes
sean siempre oportunos, bien fundamentados con el peso de la sabiduría
alcanzada en las lecturas, en la escucha de los otros, en la experiencia.
Ella manifiesta que su primer espacio de aprendizaje de las
ciencias y de los buenos comportamientos fue su hogar. Su papá es León Cadogan,
el gran creador de la antropología paraguaya, profundamente compenetrado con la
cultura de los aborígenes de su zona, el Guairá, y luego de todo el país. De
León y María Paula, su mamá, con sus hermanos, aprendió, según cuenta, el
profundo respeto, el amor, a los demás, de todas las edades y condiciones.
Mi amigo Miguel A. Verdecchia me cuenta un episodio de la
vida de Miguelina que la pinta a cabalidad. Estamos en Villarrica, ciudad natal
de ambos, en plena Dictadura. Una mañana en las paredes de las casas, en las
murallas, aparecieron unas frases contra el tirano y la dictadura, los reclamos
de las libertades y de los derechos conculcados. Para la Policía, sin duda, uno
de los responsables era el marido de Miguelina; por lo tanto, fueron a la casa
a tomarlo preso. Miguelina los recibió y le dijeron que venían a llevar a su esposo.
Entonces, ella fue y lo aisó; este le dijo “Decíle que no estoy en casa”. Ella
le respondió que no daría esa respuesta de ninguna manera pues faltaría a la verdad,
sería una mentirosa. Me comenta Verdecchia que este episodio fue siempre la
ilustración de sus clases para demostrar el valor de las convicciones, el
imperativo de la verdad como norma de conducta, en las buenas y en las malas.
En la entrevista mencionada, Miguelina, cuenta sus
investigaciones y sus propuestas de la educación a distancia como medio expeditivo
para la formación y actualización de los maestros. Este aporte de la ilustre
maestra, entre otros muchos, toma actualidad en la pandemia del Coronavirus y que
podrá extender en el tiempo la vocación y la entrega de Miguelina a la
educación dialógica, participativa, centrada en las realidades, con miras a la transformación
de la persona, de la sociedad, en las alas de las nuevas tecnologías de la
comunicación.
En el año 2014 el MEC le concedió el Premio a la Excelencia Docente
“Profesora Adela Speratti y Profesor Indalecio Cardozo”. Miguelina, así, era
reconocida como quien “ha construido un proyecto de vida orientado hacia la
humanidad”. La vocación de la maestra guaireña quedó entonces y para siempre
patente con su contribución testimonial de constructora, a través de la
educación, de una sociedad paraguaya humana y humanizadora.
PD. Muchas gracias a Julio Bonnin Cadogan, dilecto exalumno, a los compañeros del Instituto Pedagógico de la UCA, donde tuvimos el honor de aprender de Miguelina, a todos los que colaboraron para esta nota, con datos y fotos. Ya al cierre, este aporte: “Miguelina era profundamente creyente, mariana. Nació el día de la Virgen de Luján y falleció el día de la Virgen de los Dolores”.
Que ejemplo de educadora!! Y es paraguaya!! 🙌🙌🙌👏👏👏👏👏👏❤️❤️❤️❤️
ResponderEliminarNo sabía de esta historia. Todo un ejemplo para la educación paraguaya.
ResponderEliminarMaestra de Maestros !!!!!!
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