Escrito por: Santiago Caballero
Desde el inicio de la pandemia en nuestro país, nos
preguntamos continuamente ¿por qué nos cuesta usar el tapabocas?, ¿por qué no
nos lavamos las manos como nos indica el Ministerio de Salud?, ¿por qué no
guardamos la distancia social aconsejada?, y otras similares. Algunos, en su
respuesta, lo cortan por lo sano: es necesario cambiar el chip de la gente, y
listo el pollo. Sucede, sin embargo, que la persona humana no es una máquina
cuyos comportamientos se logran a base de un chip que se cambia, se deshecha,
se mejora…En fin, es la concepción mecanicista de la persona y de sus
comportamientos.
Una joven pareja se instaló en mi cuadra, muy cerca de mi casa. El hombre usa una moto para trasladarse, sobre todo para ir y venir a su lugar de trabajo. Pues bien, todos los días soy testigo del siguiente ritual: al llegar el hombre, la hora que sea pues por lo visto, su horario es flexible, toca la bocina para que su señora le abra el portón. Y ya. ¿Cuántas costumbres se visibilizan en este ritual? 1) Es la esposa, la serviha, la que debe abrir el portón, él no lo puede hacer, nunca, jamás, araka; 2) El toque de la bocina, según las normas del tránsito solo se debe utilizar la bocina en caso de peligro, de riesgo y no más; y 3) Existe una Ley Nacional de la Polución sonora que prohíbe los ruidos y sus molestias. En nuestro caso, cuando los bocinazos son a horas normales no se sienten, pero cuando se dan a las 03 AM despiertan a medio vecindario.
En este sencillo modo de comportarse vemos, por lo menos tres transgresiones o costumbre discutibles o a mejorar. No hay conciencia del derecho de los demás, del legítimo descanso, del silencio requerido para no molestar al otro, al vecino. No hay acatamiento a las normas de convivencia, en este caso, convertidas en norma municipal y en Ley Nacional. Y, finalmente, un comportamiento ancestral de la relación de pareja, de hombre y mujer, en el que ella está al servicio de él en todo lo que dé lugar; pero, ojo, no olvidemos que este comportamiento se ve como normal, nada de malo sino todo lo contrario: está muy bien y así debe ser porque así él te valora, te va a querer más luego.
Sólo así nos salvaremos. Sólo así construiremos nuestro
futuro, el de los nuestros, el de los compatriotas. El modo Covid de comportarse
nos lleva a basar el futuro de nuestra existencia y de la sociedad en la
solidaridad, en el techakuá, en la projimidad. Así como nos enseñaron nuestros
antepasados.
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