lunes, 7 de septiembre de 2020

URGE ASUMIR SOLIDARIAMENTE EL MODO COVID DE VIVIR

Escrito por: Santiago Caballero 


Desde el inicio de la pandemia en nuestro país, nos preguntamos continuamente ¿por qué nos cuesta usar el tapabocas?, ¿por qué no nos lavamos las manos como nos indica el Ministerio de Salud?, ¿por qué no guardamos la distancia social aconsejada?, y otras similares. Algunos, en su respuesta, lo cortan por lo sano: es necesario cambiar el chip de la gente, y listo el pollo. Sucede, sin embargo, que la persona humana no es una máquina cuyos comportamientos se logran a base de un chip que se cambia, se deshecha, se mejora…En fin, es la concepción mecanicista de la persona y de sus comportamientos.




Convengamos, en primer lugar, que los comportamientos, como dicen los estudiosos, forman parte de la cultura, del modo de ser, del ñanderekove, de cada grupo humano, de cada sociedad. Tiene además que ver con el tiempo en que se vive. Pues los siglos también muestran la vigencia o los cambios de los comportamientos. Un ejemplo muy sencillo es el cambio del matrimonio como contrato social o económico de conveniencia de las partes y la unión conyugal por amor. El casamiento de los jóvenes lo deciden los padres o tutores y se lleva a cabo a favor del pretendiente que ofrezca más dinero o bienes. El casamiento por amor no pasa de uno o dos siglos de vigencia y aún hoy, siglo XXI, se dan las excepciones.

Una joven pareja se instaló en mi cuadra, muy cerca de mi casa. El hombre usa una moto para trasladarse, sobre todo para ir y venir a su lugar de trabajo. Pues bien, todos los días soy testigo del siguiente ritual: al llegar el hombre, la hora que sea pues por lo visto, su horario es flexible, toca la bocina para que su señora le abra el portón. Y ya. ¿Cuántas costumbres se visibilizan en este ritual? 1) Es la esposa, la serviha, la que debe abrir el portón, él no lo puede hacer, nunca, jamás, araka; 2) El toque de la bocina, según las normas del tránsito solo se debe utilizar la bocina en caso de peligro, de riesgo y no más; y 3) Existe una Ley Nacional de la Polución sonora que prohíbe los ruidos y sus molestias. En nuestro caso, cuando los bocinazos son a horas normales no se sienten, pero cuando se dan a las 03 AM despiertan a medio vecindario.

En este sencillo modo de comportarse vemos, por lo menos tres transgresiones o costumbre discutibles o a mejorar. No hay conciencia del derecho de los demás, del legítimo descanso, del silencio requerido para no molestar al otro, al vecino. No hay acatamiento a las normas de convivencia, en este caso, convertidas en norma municipal y en Ley Nacional. Y, finalmente, un comportamiento ancestral de la relación de pareja, de hombre y mujer, en el que ella está al servicio de él en todo lo que dé lugar; pero, ojo, no olvidemos que este comportamiento se ve como normal, nada de malo sino todo lo contrario: está muy bien y así debe ser porque así él te valora, te va a querer más luego.

Nos hablan del modo Covid de comportamiento y que vino para quedarse por un buen tiempo. No sabemos hasta cuándo. Pero, mientras, de este modo de comportarse depende nuestras vidas, la mía personal, la tuya, la de todos, absolutamente de todos. Dicen que al principio, y tal vez por el miedo y el chaque, las conductas se adaptaron muy bien a las normas preventivas. Pero, luego opá o se languidecieron. Por lo tanto, urge la toma de conciencia a fin de superar todos los condicionantes, desde los que niegan la vigencia del peligro hasta los que minimizan el mal y su expansión. Y, de ahí, el comportamiento responsable que asume las normas, con alegría, con espíritu de colaboración pues tenemos que lograr que nadie se salga de las normas por ate´y, por prepotente, por egoísta, por gregario.

Sólo así nos salvaremos. Sólo así construiremos nuestro futuro, el de los nuestros, el de los compatriotas. El modo Covid de comportarse nos lleva a basar el futuro de nuestra existencia y de la sociedad en la solidaridad, en el techakuá, en la projimidad. Así como nos enseñaron nuestros antepasados.






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