lunes, 11 de septiembre de 2017

Las entrañas de nuestra casa común

Escrito por:
Lic. Santiago Caballero

Desde hace unos días luce en la sala principal de la Biblioteca y Archivo Central del Congreso de la Nación (BACCN) una obra artística de la modalidad de “instalación”. Se titula “Entrañas”, de la inspiración de la artista plástica ovetense María Gloria Echauri, cariñosamente conocida como Malola. La exposición forma parte de BIA, 2ª Bienal Internacional de Asunción (del 1 al 30 de setiembre).

La obra está compuesta de tres piezas de madera apenas trabajada, llama la atención y despierta la curiosidad. Yo fui uno de los espectadores curiosos, nada más. Sin embargo, sin querer, un día, la vi de noche, con el detalle que le da la vida, la expresión completa, y me impactó profundamente: las luces prendidas en las piezas y visibles por los orificios que contornan los samuúes dibujados. En el conjunto iluminado sentí, hondamente, la soledad de los árboles otrora potentes, majestuosos, sagrados para nuestros ancestros,  pero hoy, cada vez más ausentes ante la ambición de los poderosos, ante la inconsciencia de su valor para el cuidado del medio ambiente, del suelo; y, concomitantemente, con una cosmovisión donde la naturaleza es parte intrínseca del hombre y de su hábitat, de la casa común. Los samuúes ausentes lloran en tres paneles; por los orificios de los paneles,  con las luces,  se ven sus lágrimas  y  con los vientos, también encajonados, aletean, apenas, las hilachas de sus entrañas.


Matan miles de árboles. Según unas estadísticas, ya muy antiguas, nos hemos quedado sin el 90 % de la floresta. Un mal enfocado “progreso” no se apiada de los árboles, ni del suelo, ni del conjunto de nuestra común casa, la tierra. Ante esta desgarradora costumbre, ya nos advertía Rafael Barrett, a inicios del siglo pasado, que en nuestro país campeaba “el odio a los árboles”. Es, sin duda, uno de nuestros infortunios, como diría Teodosio González.  
Malola recurre a la inspiración artística para ayudarnos a la toma de consciencia. Bienvenida esta conciencia muchas veces ausente en la escuela, en el colegio, en la universidad, en los planes de desarrollo, en las políticas sociales. Así como lo patentizara la genial inspiración del inigualable Herib Campos Cervera en uno de sus poemas:

“Huyeron los asesinos
con sus hachas como espejos.
Los pájaros ya no tienen
donde colgar sus nidos.

El viento se va en sollozos
llevando las hojas muertas;
mientras la noche de plata
quiebra su voz de silencios
y su música de lunas.

Cuando fue otra vez el día,
la presencia de una ausencia
lloraba al sol su tristeza
de cicatriz desolada”

(Balada para los árboles ausentes”. HCC 1932-1950)  


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