Escrito por: Santiago Caballero
El joven cineasta compatriota Marcelo
Martinessi, obtuvo el Premio Borau, concedido por la Real Academia Española
(RAE) a los guiones de filmes escritos en castellano. El guion galardonado de
Martinessi es el de “Las Herederas”, ya premiada en relevantes festivales
internacionales. Es muy grato compartir con el apreciado amigo un nuevo e
importantísimo logro. Resulta gratificante que Marcelo sea premiado por la
RAE, guardián del castellano e impulsor de su desarrollo, de su puesta al día.
El arte cinematográfico se compone de
elementos fundamentales, como lo son los libros, los libretos de las historias,
sobre los que se trabajará la imagen, la música, los silencios, los contextos,
por citar sólo algunos de sus componentes. Los modos de hablar, de expresarse,
los giros genuinos, incluso las mezclas del castellano con el guaraní, llegaron
al cine; no son ocultados o camuflados, sino trabajados como parte de los
desafíos para que, en todas partes de la sociedad globalizada, puedan ser
entendidos, analizados y gustados. Martinessi prosigue con éxito lo ya
iniciado por los literatos, cineastas y teatristas: romper con los lenguajes
estereotipados, acartonados, y sustituirlos por los que están vigentes en la
sociedad.
Es aquí donde radica, a mi modo de ver, la
trascendencia del premio concedido a Marcelo por la RAE. A través de su arte, el
joven cineasta, muestra al mundo su dominio de los lenguajes involucrados en el
cine; lo hace desde nuestro modo de ser, de hablar, de comunicarnos, y logra
que el resultado no sólo sea aceptado, también premiado, nada menos que por el
organismo rector de la lengua castellana.
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Marcelo Martinessi, director de Las Herederas
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Algún entendido en la materia, pinta con
esta frase lo que pasa a una gran mayoría de los paraguayos, en lo que a
comunicación se refiere: somos víctima de
un complejo de inferioridad lingüística. Por eso, nos dicen que nos sentimos menos ante los que
manejarían con destreza, prontitud y propiedad la lengua castellana mientras,
nosotros, nos enredamos con el guaraní o
con expresiones no suficientemente entendidas o elaboradas del castellano.
En consecuencia, preferimos callar, optamos por el silencio, aun cuando
tengamos los aportes pertinentes en la cabeza, frutos de la experiencia, de la
reflexión.
Ya Rafael Barret, nos advertía sobre la
perversa y desatinada idea de que el guaraní es la rémora, el causante de
nuestros atrasos, de nuestra incapacidad expresiva. A comienzos del siglo pasado,
el respetado y admirado pensador, nos decía que un idioma es siempre una
herramienta apropiada, no sólo para la comunicación en la sociedad sino también
para impulsar el crecimiento y el desarrollo. Sin embargo, no siempre se han
aprovechado e incentivado de forma positiva las consecuencias de estos
planteamientos. No se canalizaron debidamente los medios educativos, formales,
no formales e informales, para superar el viejo estigma del castellano como el
“karai ñe’e”, el hablar de los señores, y del guaraní como el “ava ñe’e”, el
hablar de los indios. Durante décadas, la instrucción oficial cabalgó – y en
gran medida lo sigue haciendo – en las ancas del castellano casi exclusivamente,
y lo peor, quedó la extendida mentalidad de que el guaraní es de baja ralea,
incluso ordinaria.
El rango de “lengua oficial” concedido al
guaraní en la Constitución vigente, es muy promisorio y desafiante; dígase lo
mismo de la creación del Viceministerio de Políticas Lingüísticas. Son hitos
importantes, tanto para la superación de la situación diglósica del guaraní, como para
ganar los espacios necesarios a fin de que, como parte inherente de la cultura
autóctona, sea una efectiva herramienta de las relaciones sociales, de los
poderes del Estado y de los mecanismos educativos.
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Escena del film |
En el filme “Las Herederas” de Marcelo
Martinessi, nuestro modo de hablar, de comunicarnos, gana un reconocimiento
nada menos que de parte de la RAE. Los méritos del joven cineasta coronan un
esfuerzo silencioso, pero muy valioso para nuestra cultura. Es el
reconocimiento a una forma de encarar nuestra comunicación, nuestra cultura;
forma que es capaz, sin ningún rubor, de aportar elementos para la superación
de nuestros complejos pues, así como hablamos, callamos y sentimos, somos también
capaces de hacernos entender y que nuestra comunicación guste aquí y en el
mundo entero.