Muchas
veces los medios masivos, las redes sociales, durante la cuarentena del COVIT –
19, nos alertan sobre ciertas falencias den nuestros comportamientos, de
nuestras costumbres. Ante esto, me viene a la memoria el silencio que debemos
guardar los funcionarios de la Biblioteca y Archivo Central del Congreso.
Hablar en voz baja, evitar las reuniones bullangueras, las risas estentóreas
deben ser una constante en bien de la tranquilidad, del buen ambiente, en la Biblioteca para que
así nuestros visitantes se concentren, se aboquen con tranquilidad a sus
lecturas, a sus investigaciones.
Pero, debo
confesarlo, no siempre nuestro comportamiento es óptimo. Ocurren las
excepciones, sin embargo la mutua ayuda entre los compañeros apunta a que, en
la generalidad, ofrezcamos el ambiente de silencio apto para las
concentraciones.
La experiencia descrita es lo que ocurre en todas las sociedades. Una emergencia sanitaria y los correlativos llamados a la población de asumir ciertas prácticas preventivas, no siempre encuentra la unanimidad positiva de las respuestas de la gente. Se apela a la conciencia como el punto de origen para que todos asumamos las prácticas preventivas. Ante eso, hay que reconocer que median las costumbres enraizadas durante años, durante siglos cuya remoción no es fácil y definitivamente no es de la noche a la mañana.
Superar la epidemia del Dengue, cuyo paso deja cientos de muertos, miles de personas con sus defensas disminuidas, hubiera sido más fácil con las sencillas prácticas de la limpieza en las casas, en las calles y en los baldíos. Sin duda, esto demuestra a las claras que perdimos la conciencia de la limpieza, dentro y fuera de las casas. Y esto, lastimosamente, se reproduce en la gestión de las autoridades: carecen muchas nuestras ciudades y pueblos, de sistemas de agua potable para toda la población, de recolección y tratamiento de la basura, así como de la educación básica y gratuita para todos.
Desde nuestras casas, a través de la televisión, vimos, “en vivo y directo”, cómo cientos de familias dejaban Asunción, se trasladaban a diversos puntos del interior, a pesar de las expresas prohibiciones, las multas, las imputaciones. ¿Qué sucedió ahí? Sencillo: la conciencia y la práctica de visitar el interior son mucho más fuertes que la cuarentena, el medio más expeditivo para evitar la pandemia. Hablaron hasta el cansancio las autoridades gubernamentales, judiciales, policiales, religiosas. Pero muchos decidieron lo contrario y se largaron a cumplir el “ritual” practicado en estas fechas, pusieron en peligro sus vidas, las de sus familias y las de sus compatriotas.
Dicen los entendidos que los cambios de las costumbres arraigadas en una sociedad no son fáciles de cambiar, exigen mucho tiempo y un nuevo paradigma educativo en las familias y en los centros educativos de todo tipo. Esto quiere decir que este sistema actual donde la imposición, el premio y el castigo, la repetición memorística priman, entre otras características, debe ser sustituido urgentemente. Tal urgencia no puede ser más elocuente: está en juego la vida pues la inconciencia mata.
Te puedo asegurar que cuanto todo pase, cuando ya despidamos a la pandemia, cuando abramos de nuevo las puertas de la Biblioteca, nos esforzaremos a ofrecerte el silencio. Gozarás del ambiente para leer, crear, investigar, crecer y ofrecer nuevos caminos para ser mejores ciudadanos, más abiertos a las necesidades de los demás y más solidarios.
Santiago
Caballero – Tacumbú, 06.04.2020