CUANDO INCENDIAN LAS BIBLIOTECAS, CUANDO ENCEGUECEN A LOS JÓVENES
Seguimos con mucho pesar los acontecimientos en varios países
de la Patria Grande, nuestra América. Chile, Bolivia, Colombia, Haití…, son
escenarios de pacíficas manifestaciones y crueles represiones de los ciudadanos
en manos de la policía, del ejército. Aún tiemblan mis dedos cuando escribo
sobre dos tipos de sucesos en estas confrontaciones: la quema de la frondosa
biblioteca del ex vicepresidente boliviano y, ni qué decir, de los más de
doscientos jóvenes chilenos ciegos o tuertos por el impacto de los proyectiles
de la policía. Uno de estos heroicos jóvenes declaró: me quitan los ojos para
no ayudar a mis pares a ver las injusticias que cometen los dueños del poder.
Te confieso que no puedo contener las lágrimas. En pleno
siglo XXI no hemos superado la intolerancia, al punto que el que no está de acuerdo con una idea, con una
visión de la sociedad, se convierte en un enemigo. Por lo tanto, las fuerzas
del orden (¡) tienen la consigna de dejarlo ciego, tuerto, malherido, muerto.
Más aún, en alguna parte y en algunos poderes, tales consignadas son
sacralizadas porque así ndajé cumplen la voluntad de Dios.
Es también muy significativa la quema de la biblioteca del
político. “Era estupendo quemar”, es la frase con la que se inicia la novela
“Fahrenheit 451” que escribió Ray Bradbury en 1953. Narra los avatares de un
grupo de rebeldes que ante la consigna oficial de quemar todos los libros
asumen una especial forma de oposición: cada miembro debía leer un libro y
aprenderlo de memoria a fin de salvarlo de la quemazón. Un sector de los
hermanos bolivianos piensa y actúa también como que los libros son peligrosos,
son objetos subversivos y más aún en manos de los políticos, de los políticos
que propician la superación de las discriminaciones, de las injusticias y se
embanderan con las causas de la justicia, de la inclusión.
“Timeo hominem unius libri”, reza un adagio latino. España
ñeéme: “Temo al hombre del libro único”. O sea de aquel que lee permanentemente
un valioso libro de cabecera, el texto que le enseña de forma esencial las grandes
verdades y que le encamina a bien usar los otros cientos o miles. Es muy
saludable enterarse que existen
políticos que leen. Que tienen bibliotecas en sus casas. Y, sobre todo, que
algunos nutren su compromiso por el bien, por el progreso de su pueblo, en los
sabios textos que encaminan tal propósito.
Cuidemos y enriquezcamos nuestras bibliotecas. Las de los
políticos. Las de los ciudadanos. Cuidemos los ojos de los jóvenes que buscan
verdad y justicia. Me gustaría viajar a Chile, conocer a unos o a uno de los
jóvenes enceguecidos por las balas asesinas de los defensores del orden. Porque
quiero que la luz que le falta a sus ojos pero que irradian sus testimonios me
alumbren el camino de la justicia, de la paz, del bienestar de la gente de la
Patria Grande.
Santiago Caballero
Bahía de la Asunción, 28.11.19
Excelente escrito mi querido Santiago. Es bueno difundir este tipo de lecturas entre los jóvenes estudiantes!
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