Nos dicen los entendidos que a partir de hoy, y en las
siguientes dos semanas estaremos en los días de mayor infestación del Coronavirus.
Por lo tanto, es el tiempo de mayor cuidado de las prevenciones ya difundidas.
En este contexto, la Biblioteca y Archivo Central del Congreso de la Nación,
cierra sus puertas pero sus servicios en línea seguirán manteniéndose como
siempre, a través de la página web, el correo electrónico y las redes sociales.
Desde nuestras casas, todos los funcionarios estaremos atentos a los
requerimientos y con mucho gusto los evacuaremos.
Nos unimos así al gran esfuerzo al que todos los paraguayos y
habitantes del país debemos unirnos para hacer frente a la pandemia. Son días
de prevención personal, seria y responsable. Pero, sin duda, cuyo óptimo
resultado depende absolutamente de la mancomunión de los cuidados, de la ayuda
mutua, de los esfuerzos solidarios, desde los poderes del Estado, pasando por
las instituciones, públicas y privadas, y desembocando en las familias, en las
personas.
Recuerdo con meridiana claridad y mucho cariño las
experiencias pasadas, como entusiasta pero novato en los temas de la salud. La
ministra Cinthia Prieto Conti, pionera e innovadora al frente del Ministerio de
Salud Pública, me convocó no como periodista sino comunicador o sea un
profesional que desde la comunicación se involucrara en los programas de la
salud. Ñandejara. Me bauticé, por si me faltaran problemas, en dos pandemias:
el Cólera y el VIH.
Treinta años, o más, después de aquella experiencia, sostengo
y promuevo la importancia de la comunicación. En una gran síntesis, está
comprobado que una buena campaña de prevención cabalga en una muy buena
comunicación. En esta breve reflexión, me detengo en algunos puntos de la
experiencia globalizada con el Covid -19.
Sostienen los entendidos que la expansión
del mal se debe, en gran medida, a que mucha gente no acata las recomendaciones
en los comportamientos personales y sociales. Y he aquí el gran
cuestionamiento: la mejor comunicación no logra la respuesta adecuada cuando se
trata de sociedades en las que las cercanías con el otros se fueron
ensanchando, cuando las relaciones solidarias pierden su valor y en cambio
pululan los intereses del poder, como los de la política, del sexo, de la edad,
de la condición social, entre otros.
Una autoridad española califica este resultado
como la vigencia de la “insolidaridad”. Pensé que era un neologismo. Pero, mis
amigos especialistas, españoles, Maripaz
y Rafael Rodríguez, me aclaran: la palabra está en uso desde 1910 y la
RAE lo reconoció en 2001. ¿Por qué somos “insolidarios”? Tema de reflexión ante
el Covit -19. Una pequeña ayuda: Uno de los himnos cantados en las Ligas
Agrarias Cristianas, dice que en medio de las injusticias por fin nos
reconocimos como hermanos: “hermano ningó ra’e” o sea “había sido que somos
hermanos”. Eso es, es hora, ante un terrible mal que nos amenaza a todos, que
reconozcamos que somos hermanos y que como tales hemos de volver a la
solidaridad y a la projimidad, para que nuestros comportamientos sean de
cercanías, de relaciones justas, de amor.
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