Santiago Caballero
En el año 2005 las Comisiones de
Equidad, Género y Desarrollo Social, del Senado y de Diputados; la de Derechos
Humanos y Asuntos Indígenas, de Diputados; el Centro de Documentación y
Estudios (CDE) y el Fondo de Población de Naciones Unidas (UNFPA) produjeron,
con los aportes de destacados cientistas sociales, el libro “DISCRIMINACIONES.
Debate teórico paraguayo. Legislación antidiscriminatoria”.
Este libro, y el movimiento que lo
originó y produjo, es el compendio de los análisis sobre las discriminaciones
en la población paraguaya, sus orígenes, sus arraigos. Lastimosamente esos
aportes no desembocaron en el objetivo final: la Ley contra toda forma de
discriminación. Vendrán otros tiempos en los que se patentice su urgencia, su
necesidad perentoria. Mientras, el libro es una joya, una verdadera fuente de
primera calidad para adentrarse en cómo nuestra cultura está impregnada de
mentalidades y prácticas discriminatorias, como, lastimosamente, la mayoría de
las culturas. Y, que para hacerlas frente una ley específica será un
instrumento altamente útil como lo es en la mayoría de los países del orbe.
El cruel asesinato del ciudadano
negro George Floyd, el 25 de mayo pasado, en Mineápolis, en manos de un policía
ante la mirada cómplice de otros tres, desencadenó las movilizaciones de
protesta tanto en los Estados Unidos como en el mundo entero. Se interpretó así
como la desaprobación del uso de la violencia de las llamadas “fuerzas del
orden” basada en el odio racial. Y que se constituía en uno de los crímenes ya
comunes contra los afrodescendientes, los latinos, los indígenas y,
últimamente, los de origen árabe. Los
que, en síntesis, son la prolongación de las costumbres discriminatorias desde
la esclavitud pues, en la práctica, los miembros de las culturas mencionadas si
bien ganaron ya hace décadas sus derechos ante los tratos discriminatorios, en
la práctica viven o perviven con diversas formas de restricciones, sobre todo
en sus posibilidades a salir de la pobreza, a acceder al trabajo, a vivir en
barrios y ambientes dignos.
Es hora que nuestro país retome el
propósito de la sanción de la Ley contra toda forma de discriminación. Con el
texto mencionado al principio, ya se echaron las semillas que esperan el abono
necesario para germinar. Será una forma de unirnos a las voces que en todo el
mundo claman por el fin de la esclavitud en todas sus formas. Hace poco el poco
el Arzobispo de Canterbury, Justin Welly, declaró: “La acción de reconciliación
requiere justicia, no mero olvido, y una profunda transformación de nuestras
sociedades. El racismo es un insulto a Dios; todos debemos poner de nuestra
parte para eliminar este flagelo de la humanidad”.
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