martes, 22 de marzo de 2022

La comunicación entre empanadas y pasteles

Escrito por: Lic. Santiago Caballero

Nadie duda la importancia de la comunicación en las relaciones familiares, grupales, nacionales e internacionales. Sin embargo no pocas veces surgen las dificultades de diversas maneras. Te propongo una breve reflexión de la dificultad proveniente del lenguaje cotidiano.

Fui testigo de esta escena en mi calle. Unos obreros reparaban un caño roto subterráneo, se acerca una señora para ofrecerles unos comestibles. “Tengo bizcochuelo”, dice la mujer. Uno le pregunta: “Bizcochuelo, qué picó es eso?” Muy práctica, la señora le muestra el producto. Entonces el cliente dice: “¡Ah, torta!”  No pocas veces los términos conspiran contra los negocios y más aún contra el fácil entendimiento de los comunicantes. En otros tiempos un vendedor de empanadas jamás propalaría esto: “¡Vendo ricos pasteles! Pruebe mis pasteles de mandioca, de jamón y queso, de carne, de pollo…!” Eso sí, dirían en vez de “pasteles” empanadas. Hoy, “pastel” ya no es sinónimo de empanada, cayó en des-uso y se la usa para indicar algún tipo de tortas. No sé qué dice la Real Academia de la Lengua Española, RAE, pero la verdad de la milanesa, perdón de la torta, va por lo que acabo de describirte, más que las reales normas, se impone el uso en cada región.

Es una delicia este tema y sus semejantes. Resulta que hace unos años los manuales de enseñanza del castellano eran taxativos: existe la lengua culta y, la vulgar. O sea, para “hablar bien y escribir correctamente” debemos seguir las orientaciones de la primera y des-hechar la segunda, en todas sus formas, in totum. Sin embargo, hoy en el estudio de las lenguas, no solo del castellano, se toma muy en cuenta las particularidades de los usos, de las expresiones, de las distintas regiones. Entonces, la RAE es la primera en aceptar muchas palabras de nuestro guaraní como, por ejemplo, yacaré ya fue incorporada. Un detalle: en la definición solo figura  que designa a un animal pero se olvidaron que también significa, para nosotros, el o la amante que se introduce furtivamente en los aposentos del ser querido. Acepta, igualmente, palabras de otros idiomas al amparo de la facilidad, la comodidad de su significado; un buen ejemplo es delivery, la modalidad de entrega a domicilio de las compras impuso la palabra inglesa y se quedó con nosotros. No olvidemos que  incluso algunas palabras que antes eran consideradas de mal uso como toballa o vedera, hoy están aceptadas, no es “valle” usarlas.

En fin, el otro capítulo duro de roer para nosotros son las expresiones de uso común pero incorrectas por alguna razón. ¿Qué paraguayo no dice “me fui en Caacupé”? O sea el “en” preposición que indica resguardo, amparo, cubículo, nosotros lo convertimos en indicador de  lugar de destino. Decimos con todo desparpajo “Le tiró un libro por la cara” y nunca “en la cara”, como corresponde. O, “escribió por la pared” en vez de “en la pared”. Un cronista de un medio televisivo nos contaba que un señor, muy ofuscado por las faltas de su hijo de 15 años lo castigó con una manguera a golpes “por todo el cuerpo”, o sea, además de la falta de medios educativos dialogales del iracundo papá, también estuvo ausente la preposición en. La inmensa mayoría de los paraguayos decimos “voy a comprar para mi camisa” o “Juan compró para su celular” y todos entendemos que adquiriré una camisa para mí, no botones para la prenda y que Juan tendrá un celular, no un estuche para el aparato tan preciado e impostergable. Sobran los para, pero todos nos entendemos y no las encontramos demás.  

 “Mi hermana es lo que viene hoy”, ”Juan lo que quiere hablarte” o sea, la hermana o Juan pasan a ser del género neutro de ahí “lo que” en vez de “la que o quien ”. Algo parecido ocurre con “eso lado, esto lado, aquello lado” en vez de ese, este aquel. Le tenemos especial predilección a “todo”, así “ya comí todo”, “me bañé todo”, “leí todo”, etc. usamos el todo para indicar que concluimos una acción concreta no que la agotamos, o sea, “comí todo” es terminé de almorzar y no que comí todo lo que encontré a mi paso. “Está todo mal” es una lapidaria expresión para rechazar algo pero que contiene algunos o varios errores, no siempre está todo mal.

Tenemos serios problemas con las concordancias. Así, de los sustantivos con los adjetivos. “Rico comidita” fue la expresión de una concursante de un programa televisivo. Aplicó después la frase, literalmente, a un negocio de comidas y tan campante la imprecisión lingüística la llevó a la fama más allá de su valle. Cuando pregunto a la clase dónde está el error, invariablemente me dicen “porque suena mal”. O sea, no pasamos por el análisis del género y el número del sustantivo con el que tiene que concordar el adjetivo que lo acompaña. Las concordancias verbales son también para nosotros huesos duros de roer sobre las que hay que insistir muchas veces. Pero, siempre me llama la atención el uso y abuso del gerundio. Los cronistas y conductores de la radio y la televisión repiten hasta el cansancio “estaremos informando”, “estaremos actualizando”, “este programa está siendo presentado….Los políticos no se quedan atrás: ”estamos programando la solución posible…”, “nos estamos reuniendo para buscar una respuesta…”, “estamos esperando el momento propicio…” Los manuales de estilo siempre aconsejan el menor uso posible del gerundio; pero muy al contrario, el gerundio es nuestro predilecto en el lenguaje cotidiano y en los relatos periodísticos y políticos.  

En fin, en estos tiempos en que los usos y modismos locales son aceptados estamos ante las posibilidades de fomentar la buena comunicación, oral y escrita, con mayor libertad, con el cometido de entendernos mejor, de forma más sencilla y directa. Convengamos también que la gran fuente de tal mejoría va a ser siempre la lectura, de libros, de ensayos, que hoy mediante la tecnología se nos volvió más a mano. Las nuevas generaciones tienen en el internet el gran aliado para progresar en la comunicación, para conocer más gracias a la lectura para así progresar en la comunicación verbal y escrita. Y, no olvides que te esperamos en la Biblioteca y Archivo Central del Congreso de la Nación.

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