Escrito por: Santiago Caballero
El jueves 05.11.2020, la ciudad de Santa Rita, del Alto
Paraná, fue noticia importante y no de las “negativas”. En un centro deportivo comunitario
de esta ciudad dejaron al aire libre una hermosa pelota de básquet y unas heladeras.
Al día siguiente, la pelota estaba en el mismo lugar y las heladeras guardaban
lo dejado en ellas. Se inauguró la honestidad. ¿Qué significa eso? Que,
contrariamente a lo que suele suceder en situaciones semejantes, a lo largo y a
lo ancho del país, los habitantes de Santa Rita demostraron poseer una
conciencia muy lúcida de lo comunitario, de lo que es de todos, y, por lo
tanto, nadie debe tocarlo pues es in-apropiable.
Coincidirás conmigo de que los hechos narrados sí merecen un
espacio destacado en los medios masivos. No solo por lo inusual sino sobre todo
por mostrar a las claras que existen en nuestro país comunidades honestas con
habitantes honestos. Como dice la canción “no todo está perdido”. Gracias a
Dios, lo sucedido en Santa Rita tiene sus hechos similares de vez en cuando en
otras partes. Así, nos enteramos que una persona encontró en un colectivo una
mochila o un bolso lleno de dinero; en vez de quedarse con lo hallado, buscó al
dueño o dueña y una vez que lo encontró lo devolvió así enterito. Otras veces
fueron una billetera con dinero en efectivo, un cheque al portador, encontrados
y devueltos a sus dueños.
En Santiago de Compostela, España, debido a que llueve casi todos los días de la semana, cada uno, tiene su paraguas personal. Ante la repetida posibilidad de extraviarla, en cada institución hay un sitio destinado a los objetos perdidos. En la universidad donde estuve por unos meses había una pieza destinada a los paraguas y otros objetos perdidos. Si vos perdías tu paraguas, lo primero era visitar tal habitación y donde, invariablemente, encontrabas tu muy útil objeto. Pero, además, sucedía con biromes, gorras, sacos, carteras y un largo etc. Se había instalado en los santiagueños la sana costumbre de facilitar la devolución de los objetos perdidos como algo necesario, de conciencia, y, por lo tanto, de erradicar lo contrario: quedarse con lo ajeno, con lo que no es tuyo, aunque la casualidad o el “destino” lo pusiera al alcance de tus manos.
Pero así como las costumbres no correctas se instalan y
perduran en una comunidad, en un país, así también las buenas. Eso es, en ambas,
en las buenas y en las malas, se dan los correspondientes aprendizajes. Ante
todo debemos tomar conciencia de los principios morales generadores de lo bueno
y rechazadores de lo malo. En lo que aquí analizamos, es fundamental la
conciencia del respeto al otro, a su dignidad, a sus pertenencias. Esto instala
el viejo principio de “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan a ti” y al
que agregamos “sus pertenencias” y “tus pertenencias”. Lo decía, acertadamente
Mandela “el amor se aprende, el odio también se aprende”.
Entonces estamos, aquí en nuestra patria, ante la urgencia de instalar los valores y de erradicar los anti-valores. Sucede que ya desde hace un tiempo existe la generalizada práctica de que aquel que trabaja en la administración pública u ostenta en ella algún cargo, es un vyro si no lo “aprovecha”, que en términos precisos significa “si no roba”. La costumbre es tan extendida que a nadie ya extraña el repentino cambio de estilo de vida de un funcionario público manifestado en la casa nueva, los automóviles de lujo, los viajes al exterior, etc. y que de la noche a la mañana lo convierte en un nuevo rico. En una de las primeras escaramuzas de las compras de remedios, de implementos, al inicio de la pandemia, uno de los funcionarios fue “invitado” a renunciar al cargo y, por ende, a su jugoso sueldo. Un vecino suyo me contó que este sujeto había comprado los lotes adyacentes a su vivienda y estaba en plena reconstrucción de la suya. Cuando fue dado de baja, dicen que comentó: “Y ahora, cómo concluyo mi construcción”. Esto es, se le cerró la canilla.
Lo precedente nos enseña que para instalar las buenas
costumbres, como sucediera en Santa Rita, hay que trabajar, en primer lugar, por
erradicar la costumbre instalada del robo, de la falta de respeto a los otros,
a sus pertenencias, así como a los bienes del Estado, de la cosa pública.
No hay comentarios:
Publicar un comentario