jueves, 17 de diciembre de 2020

LA LECTURA ES UN BIEN ESENCIAL

Escrito por: Santiago Caballero


Con sorpresa y mucha satisfacción recibí esta noticia: Bélgica y Suiza declararon “bien esencial” a la lectura. En lo que llaman en el Viejo Continente “la segunda oleada” del Coronavirus, los gobiernos han vuelto a recrudecer las restricciones de la primera hora. Así, deben permanecer cerrados todos los negocios excepto los de expendio de víveres y farmacias. A ambos rubros, muy curiosamente, se ha sumado, en los dos países señalados, las librerías.>En primer lugar, convendrás conmigo que no es casual que la noticia señalada tenga tan poca difusión en los medios masivos e incluso en las redes sociales. Sucede lo mismo cuando el hecho de la información no forma parte de los que habitual y ritualmente logran los grandes titulares, los grandes espacios. Es que leer, la lectura, si bien tiene un soporte de la industria cultural, el libro, así en conjunto, supuestamente, solo interesa al grupo aficionado, a los que ya adquirieron la costumbre. En síntesis, importa poco aumentar la cantidad de los lectores, incentivar la práctica como un bien esencial, como lo destacan los gobernantes de Suiza y de Bélgica.

Los analistas de los fenómenos sociales desde la primera hora de la pandemia nos señalaron los grandes, medianos y pequeños problemas a los que se expone la humanidad. Así, los efectos en la salud, en la economía, en las costumbres, en las relaciones desde las hogareñas hasta las de los macro sistemas, fueron varios y no pocas veces muy dolorosos. La muerte a la vuelta de la esquina, los caos en los servicios de la salud, la corrupción de los que, por todos medios, intentan sacar pingues ganancias personales en los rubros de urgencia, nos crean un clima de inseguridad, de miedo, de angustia que en muchos casos llega al pavor, a la desesperación.

Todo ello, pintado aquí de forma muy precaria, nos lleva a una conclusión muy clara: urgen nuevas formas de encarar la vida, el trabajo, las relaciones, las diversiones, los gobiernos de las naciones, de las ciudades, de los pueblos….Y, en este último espacio, sin duda, urgen prioritariamente las políticas públicas tendientes a satisfacer las necesidades de la salud, de la educación, de la alimentación, de la vivienda, de la distracción para la gente de todas las edades.


Los gobiernos de Suiza y de Bélgica consideran que para esta nueva forma de encarar la vida y la convivencia, son de primera necesidad el libro y la costumbre de leer. Para fomentarlos, las librerías, los puestos de venta de los textos estarán abiertos como siempre y habrá personal que los atienda, que oriente a los visitantes. Me dirás que la importancia y la pertinencia de tales decisiones se basan en la ya ganada costumbre de leer, de considerar al libro como imprescindible para la vida. Es cierto. Se supone que en los sistemas formales de educación, desde la educación inicial a la universitaria hubo y hay una línea transversal que permea todas las materias: la lectura, la lectura permanente, actualizada, con seguimiento, con orientación. A la par, las bibliotecas en cada centro educativo y una política estatal que regale a los docentes los libros actualizados para su labor en cada materia.

Mi amigo Aníbal Barreto Monzón creó las “Bibliotecas callejeras”. Son pequeños espacios en una esquina, en una plaza, en un sitio de espera. Ya funcionan, en todo el país, más de cien. Las cuida gente de la misma comunidad. Los usuarios no pagan nada por el servicio y el compromiso, único y sagrado, es devolver el libro elegido.


También se los invita a enriquecer la biblioteca con donaciones de los textos. La constatación de que funcionan tan campantes es la mejor prueba que es posible contribuir a fomentar la lectura en la gente. Y, que es posible que aumente aquí en Paraguay el número de personas para quienes la lectura es un bien necesario, esencial.


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