Escrito por: Santiago Caballero
Ya lo recordarán. Se ha repetido mil veces en muchas partes. Fue el querido Papa Francisco quien aseguró que la mujer paraguaya es la más gloriosa de América. Se basa en la valentía y entereza de las sobrevivientes de la Guerra Grande para reconstruir el país sumido en las ruinas, en la miseria, en la desolación moral. Les honra la merecida mención del Papa y ojalá sea el fundamento para su reivindicación en una sociedad todavía con fuertes prácticas patriarcales y machistas.
Por eso, no bastan las hermosas
palabras del Papa. Tampoco las mil y un canciones del folklore popular sobre su
belleza, su valentía, su ternura de madre, de novia, de amante. No bastan.
Porque siguen los feminicidios, las violaciones, la pedofilia…Dos datos
conmovedores: los números de estos crímenes aumentan sin cesar y los
victimarios son miembros de la familia de las víctimas o amigos o vecinos. En
síntesis, las familias y las otras
instituciones involucradas no han conseguido erradicar tales males y
está también lejos que desde la educación, desde las leyes, sea un desafío
prioritario para las políticas sociales del país.
Esta triste realidad ha tenido
asimismo una nueva y original visualización del desamparo, del olvido, de la
inoperancia de los programas sociales y políticos. En plena campaña de la
vacunación contra el Covid 19, un grupo de madres, con sus bebés en brazos,
realizaron una sentata en una de las calles más transitadas de Asunción. ¿Qué
querían? ¿Qué reclamaban? Pedían a gritos a las autoridades ser vacunadas pues
fueron excluidas de los llamados grupos prioritarios sabe Dios basados en qué
peregrinos y desagraciados argumentos.
Las más gloriosas de América
fueron excluidas de un legítimo derecho, doblemente merecido pues la
inmunización contra esta terrible peste
les correspondía por derecho a ellas y mediante ellas a sus hijos lactantes.
Y ahí las vimos. Para desgracia
nuestra. Nos permiten sí asociarnos en la lejanía a su reclamo, a su legítimo
derecho, doblemente olvidado, excluido, a impedir que pare en algún archivo
para acallar las conciencias de los inconscientes, de los irresponsables.
Apoyar sus reclamos no es populismo ni oportunismo y menos asumir el
contrerismo. Sostenemos que es un deber de todos los ciudadanos impulsores de
la dignidad de la mujer, de la grandeza de la maternidad. Es un deber de
solidaridad con las más gloriosas y con los niños cuyo presente y cuyo futuro
peligran en esta pandemia.
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